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La no historia


No sé si la casualidad ha traído a mis manos esta re-lectura, pero hila con el último párrafo del post de la semana pasada.

Dijo Augé, mucho antes de que se iniciara la superlativa aceleración de los acontecimientos, que la historia nos pisa los talones. Me fascina la capacidad premonitoria de algunos de los grandes genios de las ciencias sociales.


Esto ya no es verdad, porque, como decía la semana pasada, ya no hay historia, simplemente no da tiempo a que se asiente. Y menos aún a almacenarla, porque los cachivaches que lo hacen, envejecen con una prematuridad pasmosa y alarmante: mueren, dejándonos huérfanos de pasado.


Y precisamente por esa orfandad provocada por la superabundancia del presente (pasan tantas cosas que nada tiene una relevancia marcada), los actos no tienen consecuencias.

En un caldo de injusticia insostenible, los disturbios del Mount Pleasant (en los que una oficial de policía disparó a un salvadoreño ebrio, lo que desencadenó enfrentamientos violentos) tuvieron por consecuencia el cambio de la ley migratoria en los Estados Unidos.

Hoy ocurren eventos de similar calibre, como los juicios a menores sin presencia de un abogado o un tutor, o el asesinato del joven Oscar Grant en Fruitvale sin que esto genere cambio, porque se ahoga en las múltiples barbaridades que nos rodean. He puesto estos ejemplos por su relación con la migración o la etnicidad, pero podría extrapolarse a cualquier otra categoría de eventos.


Es para mí difícil saber en qué medida la superabundancia de eventos contribuye a la impunidad política y, por tanto, a la indefensión del ciudadano vulnerable, pero no me cabe la menor duda de su influencia en esta pérdida de soberanía.



Entre otras cosas, como la reflexión sobre la naturaleza de la antropología, el libro ahonda en las otras superabundancias de la tardomodernidad: el espacio y el ego.

La exageración del espacio es lo que da título a este volumen: la creación de los no lugares, de los que he hablado en alguna ocasión. Esos espacios desprovistos de significado, meros alojamientos de tránsito, ya sea físico (aeropuertos, autopistas) o económico, como los centros comerciales.

Cuando las ciudades son convertidas en parques temáticos, cabe entonces reflexionar sobre el turismo, sobre la conversión del lugar en no lugar, al ser el primero despojado de significado, al ser transformado en un mero espacio de tránsito, físico y económico- algo que Augé hace en su libro El viaje imposible, del que hablaré en otra ocasión.


Hoy solo venía a hablar de la No historia.








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