Otra de las visitas obligadas (o casi) en periodo vacacional, son los mercados, o los supermercados, allí donde haya. Aunque es evidente que el contraste será aún mayor si los lugares de venta de productos no pueden incluirse en la categoría de supermercado, incluso estos, bajo su apariencia de normalidad hiperhomogeneizada son perfectos sujetos de diferencia cultural.
El video que ilustra este post es, en realidad, un mercado, el mercado ruso de la hermosa Ashgabat, pero continúo hablando de supermercados.
El elemento más obvio de la diversidad es el contenido de sus estantes: allí se come esto o aquello, se consume lo otro o lo de más allá.
O, quizá más significativamente, no se consume esto o lo otro.
Acaso también llame nuestra atención la forma de presentar la comida, algo de marcado carácter cultural.
(Algunos dirán que la flecha evolutiva (con idea de mejora) progresa hacia una ocultación del origen de lo comestible, una abstracción de la bestia engullible, para así, olvidad nuestro carácter animal. Cuanto más civilizada es una cultura, menos evidente es lo que se come.
Yo, personalmente, no creo en la direccionalidad de las flechas en términos culturales; aún más: las detesto por su alta peligrosidad, me voy por las ramas, pero es precisa la puntualización: además de un posicionamiento moral, la direccionalidad evolutiva es pretexto de las más horribles formas de explotación y dominación cultural).
Vuelvo al hilo: Mientras en España abundan ojos, escamas y aletas en los mostradores del pescado fresco, en Dinamarca, con salvadas excepciones, la mayor parte de pescados (frescos) se presentan desnaturalizados: sin cabeza, fileteados: son OCNIs: Objetos Comestibles No Identificados.
Las razones de esto podrían ser varias:
La ocultación del estado de frescura del pescado (uno sin ojos despertaría, por lo general, las sospechas de los avezados y suspicaces compradores españoles);
La ausencia de cultura gastronómica marina, por las razones que fuere: históricamente, Dinamarca ha elegido exportar sus recursos marinos: Rimme, mi amigo holandés, alega, y creo que no es una reflexión errada, que la ausencia de cuaresma en las culturas protestantes en contraste con su presencia en las culturas católicas abrió o propició un nicho de comercio que llevó a los pescadores daneses a exportar sus capturas más preciadas al sur de Europa, dejando el pescado en conserva, como los arenques en salsas variadas, o los restos de pescado, como los pastelitos de pescado, fiskefrikadeller, para consumo local;
Quizá también propiciado por una cultura que, como la protestante, prioriza la austeridad y el ahorro, al contrario que las culturas mediterráneas en las que se prioriza el placer de la vida y la austeridad no es un valor de tanto peso. Con esto no quiero decir, ni mucho menos, que los daneses no sepan vivir, que no haya daneses que no aprecien los placeres de la vida o que no haya españoles ahorradores o austeros, es una simple cuestión de peso de costumbres y de prioridades generales.
Sea como fuere, la cuestión es que el pescado fresco se presenta de forma diferente en España que en Dinamarca (por utilizar mi ejemplo) y esto, que podría parecer banal, puede dar pie a reflexiones sobre diferencias culturales.
Además del contenido puramente gastronómico, los supermercados son estupendos lugares para curiosear la cultura material: los cachivaches nos abren la ventana al interior de las casas o son un poco sus espejos. Los mercados más modestos nos darán pistas de los objetos considerados imprescindibles en los hogares locales y si uno tiene la imaginación despierta, podrá ver al lugareño trajinando en la cocina con el pelapatatas o en el baño colocándose los rulos o lo que quiera que nos invite a pensar cualquiera de los objetos ofertados.
No contentos con ofrecernos una visión del mundo cotidiano, físico, material de los lugareños, los supermercados constituyen también un mapa tridimensional de la categorización mental, porque los comercios son laberintos cuyas claves es necesario aprender para encontrar los tesoros que se ofrecen: porque siempre se cierne sobre nosotros la sospecha de que un producto no se usa en tal lugar cuando no lo encontramos. Las legumbres secas ¿deben situarse con las enlatadas? ¿con las pastas y arroces, o con las verduras en conserva? La nocilla (o equivalente) ¿se clasifica con los chocolates o las mermeladas?
Tardé varios meses en saber dónde se escondía el paté en las tiendas danesas y mientras, estuve convencida de que no se gastaba tal cosa por tierras vikingas. También he visto tortas de Inés Rosales en la sección de patatas fritas. Y luego desaparecieron, claro. Si la gente esperaba algo como una patata frita, no debió de gustarles mucho.
Bares (supermercados), qué lugares.