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Alterofobia


Los otros, lo diferente, lo diverso, produce en algunos humanos (y por suerte no en todos, ni siquiera en la mayoría) miedo, rechazo, pavor, asco.

Cabe preguntarse qué es lo raro, cómo se define la alteridad, qué es lo otro y por ende, qué es lo normal. A menudo, nuestro conocimiento se basa en nuestra capacidad de reconocer el mundo en categorías estereotipadas: la saliencia cognitiva. Como se ve en la foto de aquél viejo post, la idea estereotipada de la manzana, LA manzana que nuestras cabezas guardan, rara vez se corresponde con la que cae en nuestras manos antes de caer en nuestro estómago. Y aunque así fuera, es terrible juzgar a una manzana por la apariencia de sus congéneres.


Cierto es que esto de ser prudente con los otros no es una cuestión rematadamente occidental, porque la lista de pueblos que han llamado cosas feas a otros congéneres es larga. Es decir: compartimos ese miedo/asco/desprecio por los otros con unas cuantas culturas. Las formas del rechazo/odio/miedo a lo diferente, alterofobia, son múltiples: desde formas de vida, etnias (o razas), religiones, perspectivas políticas, etc.

Una de ellas, la física, la corporal, es, sin embargo, especialmente acusada en Occidente, donde la idea estereotipada del cuerpo completo, estándar, y hasta (se atreven a decir) perfecto, es especialmente despiadada en nuestra cultura. En otras no existe una idea de cuerpo que mida a todos los demás. No se da importancia, por ejemplo, a la mutilación. Y no es que no se desarrolle empatía horizontal por quien lo sufre por las dificultades que conlleva, sino porque la verticalísima pena caritativa no es universal, como podríamos pensar aquí, que es tan usada.


Las cuestiones de quiénes en el mundo y de por qué padecemos o dejamos de padecer alterofobia creo que deberían ser sustituidas por un acto reflexivo de carácter moral:

La práctica estigmatizante en general, en cualquiera de las formas que tome, es algo que nos hace despreciables.

Aún queda un largo trecho para que sea un escándalo que alguien o algo institucional sostenga que quien no esté dentro del grupo elegido como normal no sea un enfermo a tratar o un delincuente.

Aún queda mucho por trabajar en la aceptación de los otros: de los que tienen costumbres distintas, de los que se sienten pertenecientes a otro grupo humano, de los que tienen un cuerpo o unas preferencias distintas, de cualquier tipo.

Y que esa aceptación no tenga ni una gota de verticalidad, que no sea una aceptación caritativa que nos convierta en seres buenos. Sino simplemente, en humanos, que es lo que somos. Todos.



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