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Diferencias... ¿diferencias?



Escena de típico colegio danés en típico día de rasca danesa. Lo que hay delante de los edificios de las clases no es una valla: no hay. Son aparcamientos cubiertos para bicicletas.


Mi amiga danesa pareció sorprenderse mucho cuando le dije que había diferencias notorias entre la manera de educar a los niños en Dinamarca y en España. Claro, siempre habría que prestar atención a los detalles, a los posibles segmentos y las posibles matizaciones individuales, con lo que las generalizaciones habría que tratarlas como si se dijeran sobre suelos de hielo fino.


Una de esas diferencias, que no creo que sea tan general, es la construcción de los colegios. Hace no mucho tiempo, paseando por Madrid, me asaltó la sensación de estar pasando por delante de una cárcel. Pero el alegre bullicio de lo que supuse era el patio de un colegio, me devolvió a la realidad de un plumazo. Y me hizo re-reflexionar sobre la idea de los colegios cerrados a cal y canto que hay en España a diferencia de los colegios que hay abiertos (a cal y canto) en Dinamarca.

No, los niños no se escapan, y si lo hacen, las fugas se dan con la misma frecuencia con la que los niños saltan vallas de los colegios españoles. Será necesario aclarar que no se trata de convertir a los niños en autómatas sumisos: precisamente, esa autonomía que se les da, va unida al fomento de la actitud crítica, de poder retar a la autoridad. Puntualizo, por si hiciera falta, que no afirmo con esto que todo sea perfección en los colegios daneses.


Seguro que más de uno ha pensado: si hicieran eso mismo en los colegios españoles, no quedarían niños en las aulas después del primer recreo. Es posible. Pero no porque los niños que viven en España SEAN de tal o cual manera y los que viven en Dinamarca SEAN de tal o cual otra: nótese que no digo los niños daneses o españoles, sino los que están en uno u otro contexto; el peso del contexto cultural no es obviable: no estoy segura del potencial éxito de una operación "desvallicemos los colegios españoles." aunque no estaría de más dar un paso hacia la autonomización de la moral, hacia aprender desde pequeño a no hacer daño, no por la presencia de la autoridad castigatoria, sino por la bondad de la acción en sí. Cierto es que hay vigilantes en los recreos de los colegios en Dinamarca, pero no están allí para controlar que los niños no emprendan la fuga (yo creo que es algo impensable), sino para supervisar posibles conflictos (que, en muchos casos, serán sometidos a debate en la clase).

De lo que sí que estoy segura, es de que si un niño crecido en España viniera a un colegio sin vallas que saltar, no tardaría en aprender la innecesidad de estas. La plasticidad comportamental es grandiosa, más aún que el peso contextual.



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