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Racismo

EL racismo me pone triste. Me da rrabia, con todas las erres que se puedan poner en la palabra.

Y está convirtiéndose en una parte normalizada del disurso cotidiano, como si fuera algo aplastante, inevitable, difícil de rebatir. Y no lo es. El racismo es una de las barbaridades que hablan con más transparencia de a la bajeza a la que puede llegar el ser humano. Nadie, nadie en el planeta es mejor o peor por su fenotipo. He hablado mucho sobre la raza y el estereotipo.

Afroamericano bebiendo en una fuente reservada a las personas de color, en los años 50.

Domaine public

Pues me repetiré cuanto sea necesario.

Sobre lo inventado de concepto de raza, como algo social y no biológico puedes leer aquí.

La etnia no nos condiciona irremediablemente, la etnia es algo culturalmente aprendido, y por tanto, no es inherente. La etnia no confiere ninguna personalidad. Y si lo hace, es por culpa del estereotipo, del que también he hablado ampliamente, por ejemplo aquí.

El racismo no solo se cuela en los discursos de los políticos oportunistas, sensibleros y eticortos (por si no existe la expresión, me la invento: éticamente cortos, de corta ética) .. que harían lo que fuera por un puñado de votos. No. El racismo y la xenofobia (que en realidad vienen a ser lo mismo, porque la raza no es otra cosa que un invento para alzar fronteras imaginarias con los imaginadamente otros), el racismo y la xenofobia se nos cuelan en los rincones de nuestras vidas cotidianas como si tal cosa. Sin darnos cuenta. Porque darse cuenta de que uno es racista es bastante duro y por eso nos inventamos toda clase de periplos exculpatorios para librarnos de mirar nuestra propia mezquindad.

El absurdo de los conceptos queda en perfecta evidencia en esta foto. Hay abundante filmografía al respecto, yo me quedaría con 12 años de esclavitud, por su contundencia, porque habla de la aceptación imposible de algo inaceptable.

Hasta aquello llegamos. Y ahora avanzamos con una rapidez vertiginosa hacia un mundo parecido al de la foto- yo digo: peor. Porque por aquél entonces al menos cabía en los corazones de las personas la esperanza de que semejante atrocidad terminara para siempre. Ahora sabemos que nada, ni siquiera eso, es para siempre.

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