Me vine hace ya la tira de años, un 17 de marzo.
Dos días después, cuando yo esperaba ansiosamente los vestigios de una primavera que en Madrid estaba más que inaugurada, cayó una nevada de las de hasta la rodilla. Y recuerdo perfectamente mis pensamientos: ¿Qué he hecho?
Al invierno me he acostumbrado, aunque me sigan fascinando los mares de olas congeladas.
Eso sí, me fastidia la nieve a partir del segundo día, cuando ya es más gris (o amarilla) que blanca. Como a cualquier otro habitante de esto que se parece a la imagen que tenía en mi infancia de lo que sería el Polo Norte.
(La foto es de hace un par de años, por cierto: las lenguas de sal congelada llegaban hasta Suecia, que es lo que se ve en el horizonte)