Quiero escribir sobre los (alarmantes) resultados de las elecciones europeas del 25 de mayo- en lo referente al auge de los partidos de cariz ultranacionalista, en especial en algunos paÃses del norte, incluyendo el mÃo, donde un tal partido ha cosechado un 27% de los votos. Voy a dejar el análisis polÃtico de tal situación para otro lugar y me voy a centrar en las claves de la digestibilidad de los argumentos que dichos partidos manejan, porque son también importantes o pueden ser de gran ayuda a quienes conviven con gentes de otras nacionalidades o etnias.
El sentimiento de pertenencia es muy importante para los humanos; todos, sin excepción, necesitamos sentirnos parte de un grupo- o de hecho, de muchos. Nos gusta definirnos como personas, como individuos, pero esa definición no se hace en solitario. Piensa por un momento en todos los grupos que te definen o a través de los que te defines. Equipos de baloncesto, fútbol, preferencias musicales, literarias, actividades... y claro, te gustan como individuo, pero te hacen sentir identificado, tu identidad se construye en muchas de ellas... una muy grande es la etnia:
¿Etnia? ¿Qué es eso? Un grupo de personas que se sienten diferentes, que sienten tener una cultura diferente. Las manifestaciones de la cultura son múltiples y muy sutiles, a menudo invisibles, otras son más palpables: la lengua, las costumbres, la manera de vestir, las creencias religiosas, la forma de entender la familia (la forma de entender la comida, la amistad, el planeta... )
¿Por qué digo etnia y no nacionalidad? Porque son cosas diferentes. La nacionalidad se refiere a un reconocimiento polÃtico, mientras que la etnia se refiere a la cultura. Y no siempre son calcables. Por ejemplo, la etnia judÃa, a pesar de contar con su estado desde 1948, es mucho más que el pasaporte israelita. Hay judÃos de miles de nacionalidades. Y no, no es solo una religión: es una lengua, costumbres, formas de entender la familia, la comida, el mundo.
Huelga decir que hay muchas conexiones entre etnia y ordenación polÃtica (de hecho la etnia es una forma de ordenar polÃticamente: este es un tema que dejo para otro momento o lugar.)
Bien: hasta aquÃ, de forma muy resumida lo que es una etnia. Y ahora lo que NO es una etnia.
Esto es algo que tardé mucho en comprender y que, supongo, es la enseñanza más difÃcil. Es casi mi misión imposible:
Una etnia o una nacionalidad NO es una personalidad. Los españoles (los catalanes, los vascos, los gallegos, los de Boyuyos de Arriba, los que se quiera) no son asà o asá. Los alemanes NO son cabezas cuadradas. Hay 45 millones de españoles. 85 millones de alemanes. De esos 45 millones los habrá simpáticos, dicharacheros, generosos, y los habrá tristes, reservados, roñosos. De los 85 millones, ya ni te cuento. Los habrá a los que les huelan los pies y a los que no les huelan los pies.
Las atribuciones de personalidades - incluso, de rasgos fÃsicos- a las nacionalidades o etnias es una suerte de mecanismo de defensa de nuestros cerebros: ahorradores al tiempo que trabajadores.
La necesidad de pertenencia es tan humana como la necesidad de categorizar, de hacer abstracciones. Y si juntamos las dos, voilà , tenemos el estereotipo.
Los estereotipos pueden ser hasta cierto punto efectivos, porque nos ahorran mucho trabajo a la hora de entender el mundo y a sus gentes. Pero también son peligrosos. Y son utilizados polÃticamente (especialmente por esos partidos mencionados al principio de este -largo- post.)
El uso denigratorio del estereotipo se llama Estigma.
Que levante la mano quien no se haya molestado cuando le ha dicho: "ah, eso lo haces porque eres español-a". Que levante la mano a quien no le hayan dicho: "tú como eres español-a harás esto o lo otro" o mejor aún: "ah, ¿eres español-a? ME ENCANTA la comida mexicana"
Los estereotipos se construyen a pares: la imagen general de un español en Alemania no es la misma que la de un español en México, por ejemplo. A un alemán no percibe a los españoles como invasores y a un mexicano no le chocarÃan determinadas costumbres porque ellos mismos las practican.
Los mecanismos de credibilidad de tal estereotipo se basan en dos grandes principios:
Uno: su carácter general (es como el de los horóscopos: tú, como eres libra, eres patatÃn y dentro de poco vas a realizar un viaje, dicen en junio.. ya, claro, y si eres leo, escorpio, acuario o muy listo o muy tonto.)
Dos: su plausibilidad.
Este es el aspecto que más me interesa. Porque creo además que es fundamental para entender cómo y por qué nos ven asà (como españoles, vascos, catalanes, gallegos o de Boyuyos de Arriba) . Y también para ser un poco más reflexivos antes de sucumbir a la tentación de decir: Es que ellos (los alemanes, los mexicanos, los catalanes, los madrileños, los de Boyuyos de Arriba) son... simpáticos, listos, tontos, guarros, generosos, roñosos... lo que se quiera.
La clave para entender los mecanismos de plausibilidad estriba en entender la diferencia entre las personalidades y las maneras de hacer las cosas o prácticas.
Pondré un ejemplo:
En España (o en el trocito de España de donde yo vengo, no me atrevo a decir más) es costumbre invitar a café a los demás sin mantener una cuenta milimétrica mental de a cuántos cafés has invitado a fulanito o menganito.
Por supuesto, hay diferencias individuales: los hay que invitan más y los hay que se dejan invitar más.
En la parte de Dinamarca que conozco, la costumbre es pagar a medias. Y si se invita, se lleva una cuenta relativamente milimetrada de cuánto ha pagado cada cual, para, en la siguiente vez, compensar esa deuda.
Uno podrÃa rápidamente concluir que los españoles (hala! esos 45 millones de personas) son más generosos que los daneses (hala! esos 5 millones y medio de personas).
No. Yo prefiero pensar en estos términos: en Dinamarca (o mejor, en el lugar que conozco) se hacen las cosas asÃ. Y en la parte de España que conozco, se hacen asá. Y luego están los individuos, cada uno con su personalidad.
Y están, por supuesto, los matices. La cantidad de impuestos que pagan los daneses, no solo para cubrir las necesidades de sus compatriotas sino las de otros paÃses es gigantesca. Es otra manera de entender cómo se ayuda al prójimo.
Esta forma de ver las cosas me ha resultado muy últil, por ejemplo, cuando voy a la piscina:
Me irrita sobremanera la forma en la que ocupan con sus pertenencias los bancos de los vestuarios a lo ancho -aaancho- y es tentador pensar: Es que ellas, las danesas, no piensan en las demás, son unas egoÃstas y no se dan cuenta o no les importa que las demás no tengamos ni un milÃmetro para colocar nuestra ropa o toalla. Pero es cansado y poco constructivo, además de no ser cierto. No es que SEAN asà o asá. Es que aquà se hace asÃ. La costumbre, la práctica, no hace la personalidad. Porque esa misma persona en otro contexto se comportarÃa de otra forma y personas con otro origen distinto del danés, también ocupan los bancos de esa manera. Y por supuesto, darse cuenta de esto no quiere decir que te tenga que gustar todo lo que se hace aquà de la msma forma que no te gustaba todo lo que se hacÃa allÃ.
Y otro más "por supuesto": los españoles no somos ni vagos, ni fiesteros, ese es un estigma con el que nos enfrentamos cada vez que buscamos trabajo. Para que luego venga alguien y diga en un discurso (oÃdo por unos cuentos millones de personas) que los españoles celebramos la vida como nadie (aka somos unos fiesteros, unos vagos) y hala, a volver a empezar a pulverizar ese estigma tan injusto y que tiene consecuencias tan reales como que en las elecciones de ciertos paÃses ganan los partidos que no nos quieren en su casa, sin saber quiénes o cómo somos.