
Ahora, bajo los mandatos de la vacuidad del espacio aéreo, nuestra casa, la que nos vio crecer, ya no está a un tiro de piedra. El planeta ha reclamado sus dimensiones. En estos días sueño con frecuencia que estoy allí o que voy andando y atravieso furtivamente las fronteras.
Ahora mi casa, la que me vio crecer, es tan inalcanzable como la luna.
Ojalá tuviera un cohete. Por más que todo parezca un escenario zombi.