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Espíritu deportivo


Las competiciones deportivas populares se viven de maneras muy diferentes a lo largo del planeta.

Claro está que el tipo de competición tiene un peso muy grande en cómo se vive el evento y es también evidente que la localización geográfica y estacional del mismo transfiere diferentes tonalidades a estos acontecimientos. No es lo mismo una carrera popular de cinco kilómetros que media maratón o un triatlón. En verano, primavera o invierno.

Definitivamente la carrera de San Silvestre de Madrid, que cada año congrega bastantes más de cuarentamil festivos atletas, es algo que cualquier corredor que se preste debería probar al menos una vez en su vida: es una lección de alegría, de solidaridad entre quienes más que ir a competir, van a celebrar. Hay en esta carrera una temible cuesta, empinada y aparentemente infinita en el penúltimo kilómetro, pero no hay nadie que se quede sin el aliento de algún anónimo que se acerca al que ha perdido las fuerzas y se ha abandonado a andar y le dice: —¡Vamos, que ya no queda nada! (no que lo haya hecho yo nunca, ejem). Y qué decir de los cientos de animadores que se agolpan en los lindes de la carrera para darle calorcito humano a esa invariablemente fría noche.

Nunca he experimentado ese espíritu solidario de quien disfruta sufriendo el esfuerzo físico en ninguna de las varias competiciones en las que he participado en Dinamarca. La organización ha sido invariablemente impecable, jamás ha faltado el agua o puntos de apoyo: ni en las medias maratones, diez kilómetros, ni mi triatlón añorado —de donde sale la foto que adorna este post. Organización perfecta, competitividad a cuchillo: nada de juego: aquí se viene a ganar, no a hacer amigos.

Desde la arrogancia de quienes adelantaban en el tramo de nado del triatlón, pero luego no podían con su alma y se quedaban encajados y te molían la frente a patadas, o una frialdad total con los co-sufridores, hasta una competitividad un poco absurda en campeonatos populares. Acaso por pudor, el calorcito humano de animadores suelen estar reservado a sus conocidos, con honrosas excepciones. Mi sensación, en definitiva, es que estás más solo que la una.

Esta es, a buen seguro, una sobreinterpretación mía, acaso alentada por la falsa ilusión y referencia de la excepcional San Silvestre. A mí personalmente me gusta más esta alegre carrera, pero cada modelo lleva implícito un distinto modo de entender el espíritu deportivo. En todo caso, estoy segura de que la cultura confiere también un cierto discurso, un cierto estilo y una cierta manera de competir a los eventos deportivos populares, como a todo lo demás.



















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