Paco Cruces nos trae otra de sus maravillosas incursiones poéticas, esta vez en forma de documental, El orden que habito, una sinfonía de interiores.
Creo que ya he dicho alguna vez que el antropólogo es una especie de voyerista profesional: la antropología es una intromisión en los mundos que nos son ajenos.
Las ventanas de completos extraños vistas desde el autobús son una ficcionalización de una cotidianeidad que de ser propia es rematadamente aburrida. Hacerse una tortilla es un acto vulgar y sin interés si es uno mismo el protagonista, pero si la escena ocurre tras una ventana de un desconocido, adquiere otro cariz de potencial aventurosidad.
Este documental es un hermoso traspasar las puertas de la intimidad de otros, que nos cuentan cómo viven en sus casas, cómo sus casas les permiten ser quienes son, albergan sus sueños, sus vidas secretas, sus identidades; cómo en sus casas son quienes son, en el tiempo, y con los objetos que hilan la eternidad.
A mí las historias que más me ha gustado han sido la de las marcas en los armarios y la de los crononautas. Pura poesía urbana.
Foto: Van Gogh Museum
