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La utilidad de la migración


Siempre pensé que la ciencia demográfica era siniestra. Habla de personas en términos de rebaños, como si sus muertes y vidas estuviesen exentas de cualquier aliento. Pero al mismo tiempo pienso que es, ahora mismo, uno de los campos más relevantes y más sangrantemente ignorados.

El descalabro demográfico, y en especial el europeo (más acusadamente en los países del sur) no es ningún secreto; no lo ha sido desde hace mucho tiempo porque los huecos poblacionales son altamente predictibles: no se puede nacer atrás en el tiempo. Los que no nacieron, no nacerán nunca. De la población europea envejecida hemos oído hablar desde sexto de EGB, así de viejuno es el tema.

Las consecuencias de este debilitamiento demográfico no son tampoco ninguna sorpresa: menos gente en edad de aportar ingresos, impuestos, cuidados, trabajo productivo, y más gente necesitada de pensiones, cuidados. Obviamente, esto es una simplificación máxima de un problema complejísimo, donde habría que lanzar la mirada al empleo sin remunerar (cobra uno por el trabajo de tres, mujeres relegadas al cuidado, al trabajo gratis y de segundo plato y a otros muchos factores particulares de cada situación). Pero, en definitiva, el desequilibrio entre ambos números es trágico. Y podría tener remedio si algunos miembros de influencia no se empecinasen en mostrar su peor faceta.


En cierta ocasión oí a un experto decir que Europa no estaba preparada para recibir migrantes – y por entonces las cosas no estaban ni la mitad de crudas que ahora.

Las políticas de los países para enfrentarse a este desequilibrio poblacional, podrían haberse dirigido a rellenar el hueco con gentes nacidas en otros lugares, haberse abierto al enriquecimiento no solo poblacional o económico, sino también cultural y tecnológico que supone recibir personas de otros lugares.

Y, sin embargo, eligieron el peor de los caminos, para todos. Ahogar poblaciones, estrangular la capacidad productiva y contributiva, pero eso sí: con estilo, con los de aquí. El futuro (estiloso) se presenta cada vez más negro. Y si os quejáis de los 67 de ahora, esperad un poco y veréis.


La cuestión es que todo esto, en global, en términos de rebaño, tiene una importancia vital, utilitaria, que se cuela hasta en las mesas de las gentes; pero la demografía sigue siendo la ciencia siniestra: de las migraciones no le importan las personas que portan esos brazos tan necesarios: por suerte hay otros que se encargan de darles cara y corazón a quienes tienen que dejar sus casas. Porque más allá de la utilidad, de lo bien que nos viene que vengan (o lo bien que les viene que vayamos), está la humanidad, están los derechos humanos, con sus convenciones, por más que a algunos les parezca que estos son antiguallas sin importancia. Todo sea por los nuestros, ¿No? Pues que así sea, que los nuestros somos todos los terrícolas.


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