¿Es Halloween un invento americano malamente prestado? Esta afirmación es tema manido de conversación. Muy socorrido para ascensores, por ejemplo. Sobre esta importanción de una costumbre ajena, recae la sospecha (no del todo injusta) de la vehiculación comercial de la tradición: es decir, promover y difundir una cierta fiesta ajena a un contexto cultural con el único fin de vaciar los bolsillos de los celebrantes. Y aunque este aspecto sea innegable, hay que tener en cuenta que las tradiciones, esas expresiones de preocupaciones o fascinaciones, locales o universales, lejos de ser rígidas e intocables, son fluidas, dinámicas, prestables y moldeables.
Las costumbres se prestan, se alteran, se incrustan en sus versiones edulcoradas en diferentes culturas. En parte, la facilidad del contagio se debe a que hay algunos temas de preocupación que son comunes a algunas culturas (o muchas, o incluso me arrojo a decir que a todas). En este caso, por ejemplo, la llegada de la oscuridad no tiene relevancia en áreas cercanas al ecuador, pero, por el contrario, la muerte o el más allá es un tema presente en todas las culturas.
Entender las usanzas como prácticas puras, estáticas, de dueño fijo, no tiene mucho sentido, porque la historia de la humanidad es, afortunadamente, una historia de préstamos y alteraciones de ideas y de costumbres (y ¡oh!, sí, por más que duela, de recetas. Pero dejaré la escabrosa cuestión de la perversión de la paella o de los spaghetti boloñesa para otra ocasión, porque entramos ahí en arenas movedizas).
La tradición de marcar el principio del invierno (o del tiempo oscuro) y así, todo lo que recuerde a lo oscuro, es común a muchas culturas occidentales, aunque la fiesta de Halloween como tal, es de origen celta, que fue insertada en Estados Unidos por la comunidad irlandesa y quizá no solo los grandes almacenes (o productores de calabaza) sino el cine ha sido uno de los grandes factores de difusión de la forma concreta en la que se celebra Halloween en muchos países en la actualidad, aun en aquellos donde ya existía una tradición sobre el mismo tema.
Las celebraciones son, entre otras cosas (quizá) ritualizaciones de una preocupación anciana. Los habrá que piensen en la muerte o en la oscuridad mientras preparan la calabaza, el disfraz o lo que sea, pero estoy segura de que no es eso en lo que una gran mayoría piensa entorno a Halloween.
Pero cada lugar adopta sus rituales, sus elementos obligados, su forma específica de celebrar una fiesta/tradición extendida por muchos lugares del planeta. Lo naranja, las calabazas, el tema del miedo, salir a pedir dulces, etc. O los huesos de santo, las calaveras en México... y es verdad que con la facilidad que se transmiten imágenes en nuestra era, los parecidos entre las costumbres de uno y otro lugar son más que sospechosos, pero aún conservan sus diferencias.
Huelga decir (o no) que las costumbres, de la misma manera que no son ni estancas ni estáticas, tampoco son necesariamente eternas (ni tienen por qué serlo).
Y luego está,, siempre, la belleza lúdica: que viva el juego.