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Postales veraniegas II: El cielo nocturno


Desde bien pequeña, como a tantas personas, me ha fascinado el espacio exterior con sus estrellas, sus planetas y sus enigmas inabarcables. Y fue de pronto que me di cuenta de la impronta que me había dejado tanta observación estelar, el mapa que se ha quedado para siempre en mi sentido de orientación cósmica.

La observación astronómica en Dinamarca ofrece más de un reto, la nubosidad es frecuente en cualquier estación; el cielo estival es clarérrimo (aunque aún pueden verse estrellas y planetas si la suerte aparta las susodichas nubes) y en invierno se congelan los dedos de las manos, los dedos de los pies (y si se me apura, lo que suma el poema de Cela).

Este verano, desde Madrid, podía admirarse por un ratito Júpiter, y Saturno (el punto más brillante de la foto), alineado con Antares (el segundo punto más brillante), en Escorpio, y a ratos con la Luna, era un dibujo estelar precioso. ¡Oh, cuánto eché de menos mi telescopio! En particular para ver las lunas galileanas de Júpiter, esas danzarinas impenitentes...

.... entonces llego a Dinamarca, y ¡se me había olvidado! (como si no me pasara lo mismo cada año) Júpiter, Escorpio, Saturno... todos precipitados por el horizonte... ya no se ven.... agghhh....

El carro de la Osa Mayor está descolocado, ¿dónde está todo?... era como si un niño hubiese estado usando mis juguetes en mi ausencia y los hubiese dejado en total desorden... y es que, en verdad, cuando miro ese cielo que me he tatuado en la memoria, el universo está en orden (claro, el que aprendí, este orden es igual de bueno, por supuesto, pero me confunde) ... y me dio un mareo estelar: sufrí lo que se llama (desde ahora mismo) un ataque de cosmoconfusión.



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