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Agenda de migrante


Es muy difícil hacerse a la idea de la complejidad de la agenda del migrante cuando uno mismo no ha sudado para encajarla. Así, es el momento de resucitar el post que escribí sobre las vacaciones del migrante. Mis co-politerrícolas me lo agradecerán (creo) y a quienes os quedasteis quizá os ahorre algún disgusto, porque fíjatequesólohavenidoundíaacomer.

Una cuestión fundamental a tener en cuenta, es la importancia de los amigos de casa, la de antes: porque son (sois) como tierra firme (no pressure)...


Si tu amigo o familiar migrado ha superado o tiene la suerte de no sufrir de regresitis (ansia por volver a casa, la de antes), lo mismo ha decidido pasar sus vacaciones en otro lugar del planeta que tu casa- no sólo debes perdonarle, es que debes admirar su fortaleza.


Si, por el contrario, sufre de regresitis, habrá venido a pasar unos días, los que sean, a casa, la de antes.

He comprobado que da lo mismo si tu estancia es de fin de semana o de un mes, que la visita siempre supone un milimétrico cálculo de los slots: y da igual el tiempo que pases en casa, la de antes, porque el estrés es el mismo. Por si fuera difícil ver a todos tus amigos en un periodo concentrado, añade, además dificultad grado 6.9 en la escala Richter de los periodos vacacionales, los malabarismos son extraordinarios.


En relación con mis indagaciones sobre la naturaleza peculiar de la amistad transnacional, he descubierto que hay una característica que la diferencia de otras (como he escrito en algún lugar): la asimetría. Todos los (supuestamente) pocos escritos antropológicos sobre la amistad coinciden en que una de las condiciones definitorias de esta frente a otro tipo de relaciones es la simetría. Ninguna de las dos partes acarrea más responsabilidad que la otra. Pero en el caso de la amistad con el migrante esto no es así: la responsabilidad de mantenerla recae casi por entero en el que se fue- no haberte ido - y creo, es por ello que la agenda de las vacaciones se convierte en la peor pesadilla.


Otra discrepancia que mantengo con respecto a estas visiones más clásicas de la amistad es la de la ausencia de obligación social como característica diferenciadora con respecto a otras. Aunque quizá haya grados, no creo que se limite a las culturas hipersocializadas (como las mediterráneas, por ejemplo) pero esto no es cierto de facto. No ver a alguien es una ofensa que puede costar la relación (¡cuántas amistades no estarán rotas por culpa de los 2 ticks azules del whatsapp!) Y es por eso que algunos migrantes optan por el secretismo visitil.


y ahora, un poco más prosaico, dos peticiones para los amigos de tierra firme:


1. Si llega a vuestros oídos que vuestro amigo migrado está por la tierra y no os ha visitado o no cienes de veces, no os enfadéis: imaginad que tuvierais que ver a TODOS vuestros amigos en una semana. O dos. O un mes. Podéis hacer la prueba, si queréis.



2. El tiempo del migrante en casa, la de antes, es de oro. Improvisar está muy bien, pero si le fallas en el último minuto, le habrás hecho un agujero en la agenda más grande y (a menos que sea force majeure) mádolorosoqueeldelacapadeozono (y esto no es ninguna exageración.)


Ver a tus amigos es maravilloso, de lo mejor, pero una cosa os digo: el estrés de la agenda migrante debería ser tipificado como algún tipo de subenfermedad.




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