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Dualismo, no gracias.







Tengo que andar sobre cristales rotos al escribir este post. Porque no quiero ni un milímetro de malinterpretación de mis palabras: quede claro mi más absoluto rechazo por cualquier forma de violencia física o estructural contra las personas de cualquier punto del planeta, en cualquier circunstancia.


También me cuesta hilar las cosas que se me han venido a la cabeza, porque mis reflexiones son como pedazos de esponja flotando en un mar al que intento dar coherencia. Así que compartiré mis pensamientos potpurrí y que sea lo que los dioses quieran.


1. El dualismo es una fuente de horror

Hace unos cuantos años me sobrevino una de esas certezas que te parten como un rayo: el dualismo humano (en todo caso, occidental) derivado de nuestra lógica binaria, es fuente de muchos de nuestros horrores. Es este dividir en dos, no solo en cuanto aun simplismo maniqueo buenos/malos sino a esa manía de apretujar la realidad en dos cajones. Y sólo dos. Pero claro: cuando ese dualismo está en los buenos y los malos, en ellos y nosotros, cobra tintes letales.

Y lo usan los terroristas tanto como lo usan quienes aprovechan los ataques para continuar con su propaganda política rentabilísima de acusar a un colectivo entero de los crímenes cometidos por un puñado de personas. Legitimando el discurso maniqueo que luego empapa las calles de veneno y que no hacen más que empeorar y reforzar, de nuevo, esa división que nos está matando literalmente. Con esto, obviamente no estoy exculpando ni un miligramo de la culpa de quienes perpetran estas atrocidades.


2. Me parece incomprensible que alguien pueda hacer algo así

Sí: realmente no comprendo cómo alguien puede hacer esto o aquello, en Kabul o en Londres, en Manchester, en Mosul o en Donosti o en Marte. En nombre de nada.

El comportamiento de estos seres me hizo pensar en el funcionamiento de las sectas- el ejemplo más ostentoso es el del trágico evento de Jonestown, donde 912 seguidores de Jim Jones, guiados por sus mandatos, acabaron con las vidas de sus hijos y las propias al ingerir cianuro en el ritual más macabro de la historia de la humanidad.

Los humanos somos capaces de lo peor cuando contextualizamos la violencia. El controvertido experimento de Milgram (que he citado alguna vez) demostró que con un poco de contexto, bajo una pequeña dosis de autoridad, somos capaces de hacer daño a nuestros congéneres de la forma más gratuita.

Pero también somos capaces de todo lo contrario. Hay un documental sobre los individuos daneses a los que practicaron el experimento de Milgram y quedaron traumatizados de por vida por los resultados: somos capaces de evaluar nuestra barbarie y (a ratos, unos más tarde que otros) corregirla. Los humanos tenemos el tesoro de la reflexividad (Hagámoslo, rápido)


3. La cercanía imaginada

¿Anda, y dónde está tu bandera de Afganistán? ...

Nos cuesta más identificarnos con unos ataques que con otros- pero no porque seamos menos humanos o porque, en realidad, nos importe menos que maten a un centenar de personas en Kabul. Por supuesto que nos importa (a menos que hayamos caído en niveles patológicos del síndrome dualista) pero las cosas que ocurren en un mundo que ni siquiera nos podemos imaginar, caen en la esfera de lo abstracto, es difícil imaginar algo y reaccionar de la misma manera a un acontecimiento que nos parece mucho más cercano, aunque sea porque pudimos respirar cuando nuestros amigos nos respondieron que estaba bien. Algo hay, también, de una extensión muy estirada del concepto de parentesco ficticio, de sentirnos más hermanos de unos que de otros.

Es difícil sentir de la misma manera un atentado en Mosul que en Londres, de la misma manera que uno siente la muerte de un ser querido más que la de un conocido. Sobre cristales digo otra vez: esto no quiere decir que uno no tenga que conmoverse y desarrollar una solidaridad abstracta que nos conecte con otros seres humanos. Por ejemplo, leyendo las crónicas de Alberto Sicilia sobre el horror de Mosul se acerca uno a esa realidad sórdida, espantosa, antihumana. Leyendo sus post, no he podido evitar imaginarme cómo debe de ser el día a día de quienes viven enterrados en una ciudad sin tregua, sin comida y sin esperanza. ¿Cómo pueden dormir por la noche? ¿Cómo aguantan el frío, el hambre, el pánico, la incertidumbre? ¿Cómo darán las buenas noches a sus hijos cada noche?

De la misma manera, empatizo con los familiares y amigos del español desaparecido tras el ataque del sábado en Londres, porque me imagino la tortura a la que están sometidos ahora mismo, esa incertidumbre e impotencia sobre lo peor.

Solidaridad y empatía interhumana, sí, gracias, por migaja que sea.


(Otra cuestión, pero bien distinta, es la manipulación política, el contar unas cosas y otras no. Esa es otra cosa.)


4. Estamos indefensos: cualquiera tiene acceso a un coche y a un cuchillo de cocina

Sin duda, ese es el pensamiento que quieren plantar en nuestras cabezas. Y es cierto: por muchos parches que se pongan, la imaginación macabra de algunos siempre encontrará un nuevo agujero- y es imposible taparlos todos.

Política internacional, claro, mucha o quizá mucha menos o mucho mejor. Pero también hay una responsabilidad política más allá de las relaciones y los intereses (no menos macabros) de unos y otros. Y que nos devuelve al síndrome dualista: una apelación a la responsabilidad política de quienes aprovechan la ocasión para vender su mensaje xenófobo, estigmatizando a colectivos gigantes de personas, agravando de esta forma el problema que nos respira en el cogote: la creencia de que existen "los otros" y que pueden identificarse fácilmente. Juntar etnicidad con depresión socioeconómica es un cóctel explosivo. A quien nace no sintiéndose parte, le resulta más fácil dejarse covnencer para cometer atrocidades contra quien no considera de los suyos.

Este polvorín no se va a terminar hasta que no dejemos de distinguir a las personas en dos bandos, hasta que no dejemos que llamar a las personas inmigrantes (de X generación!) y no se haga un esfuerzo por no integrar, esa palabra es feísima, sino por incorporar en igualdad de condiciones a las personas, sea cual sea su fenotipo o su creencia. Esto no depende ni más ni menos que de la voluntad política.


5. Puestos a ser simplistas...

... ya que la aspiración de un pensamiento pluralista, capaz de visualizar las muchas caras del poliedro humano, parece poco realista, entonces, puestos a ser simplistas, seamos monoístas: la humanidad y ya está. ¡Abajo el dualismo!



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