El 9 de febrero de 2017 (que ya nos hemos pasado hace rato hasta la Odisea 2 - de C. Clarke) el parlamento danés pasa y aprueba por mayoría esta acta en la que se muestra la preocupación por la presencia de daneses de no-pura sangre en determinadas zonas ghettificadas. Lo que, aun sin consecuencias jurídicas, ha supuesto la retirada simbólica de la nacionalidad danesa a quienes, a pesar de haber nacido en su territorio, incluso sus padres lo hayan hecho, tengan pasaporte danés, trabajen y contribuyan a la sociedad... etc (pero bien real: no olvidemos que los símbolos existen, vaya que si existen, que se lo digan a Nike, por ejemplo).
Según escribía Pernille Skipper en su página facebook:
"Her til formiddag vedtog et flertal i Folketinget, at man ikke er dansker, hvis man er efterkommer eller indvandrer fra et ikke-vestligt land. Også selvom man har et dansk pas, er født og opvokset her, og betaler sin skat her. "Esta mañana el parlamento aprobó por mayoría que una persona no es danesa si es inmigrante o descendiente de inmigrante (de segunda o tercera generación, que los hay: esta observación es mía) de un país no occidental. Aunque tenga un pasaporte danés, haya nacido y crecido y pague sus impuestos aquí."
Es necesario hacer una aclaración sobre la forma de entender a las personas en mi neopaís: impera el ius sanguis: es decir: que la sangre manda. Da igual que tus abuelos, tus padres y tú hayas nacido aquí: sigues siendo un forastero. Puedes pasar un examen espantoso para demostrarles a los legítimamente sangrados que quieres pertenecer. Y si ya antes no estaba claro, ahora lo está del todo: con tu sangrecita, lo llevas claro. Perdón: sé que se nota que estoy enfadada, lo estoy, claro.
Quizá fuese el momento (uf, incluso antes de que pasara la primera Odisea de C. Clarke) de revisar este sangrantemente anticuado modo de discriminar a las personas, porque hace ya tiempo que creerse lo de la sangre es cosa de superstición, de la peor.
Pero no: lejos de ser revisado, ha vuelto a la más rabiosa actualidad. Aquí y allá. Y diréis que soy una pesada, pero es que cada día que pasa me da más miedo esto y no tengo la intención de dejar de GRITAR con mayúsculas hasta que se me rompan los dedos.
. El fenómeno que se ha asentado de forma brutal ha sido el de la problematización* del colectivo migrante: este es un término (técnico) que se refiere a la atribución intencional de peligrosidad a dicho colectivo en el discurso colectivo, sea académico, político, en la prensa, etc. Es una táctica utilizada para excluir: binariza la sociedad de forma maniquea: los buenos, los de aquí. Los malos, los de allí- lo que quiera que eso signifique, que se lo pregunten a este individuo.
Además de estigmatizar a un grupo gigante a la par que muy heterogéneo, estas declaraciones políticas legitiman* un discurso colectivo que, como el agua en las grietas del asfalto, cala en el subsuelo y provoca una absorción (pública) que ya quisiéramos para los colágenos de las cremas cosméticas. Lo dicen los políticos, que representan el sentir popular, ergo -> está bien decirlo. No: es al revés: lo dicen los políticos, la gente lo incorpora a su discurso. Es, en realidad, una enfermedad - y muy contagiosa. Y muy peligrosa. Nos lleva, por la vereda del nosotros/vosotros, por la vereda de la sociedad polarizada (más simple aún: binarizada), nos lleva a la guerra: una guerra dialéctica, ¿sólo dialéctica?
Un protopartido danés, (el Partido de los Daneses) se dedica a meter flyers en los buzones de los vecinos de la bella villa de Brøndby Strand, uno de esos lugares de preocupación donde los pasaportes han caído cuales moscas en achicharrador de bar-español-cutre-de-verano.
Esto es absolutamente verídico y se puede comprobar en las orgullosas declaraciones que hace este partido (Danskernes Parti) en su página facebook, para quien no pueda creer que esto sea cierto, ahora que ya hemos pasado lo que era el futuro del futuro de la Odisea 2 de C. Clarke:
Aquí pone:
A los extranjeros de Brøndby Strand: Buen viaje a casa (aparantemente el texto en árabe dice eso también). Con cariño- El Partido de los Daneses. Un billete a casa: Ida- Desde: Kastrup, Copenhague, a: Lejos-landia. Tipo: Billete sencillo. Buen viaje a casa.
Y su web que dice votadanéspuntocom.
Al poco tiempo, circula en redes el siguiente flyer, también distribuido en la bella villa de Brøndby Strand:
Que dice:
A TODOS en Brøndby Strand:
¡Me encanta vivir con todos vosotros!
Con independencia de dónde vengan tus padres o abuelos. Con independencia de qué idioma hables, qué religión practiques o qué color de piel tengas.
Me llamo Karen, soy muy blancucha, rubísima, bautizada y confirmada... pero yo no soy más danesa que vosotros.
Tienes tanto derecho como yo a vivir aquí.
No escuches a quien diga lo contrario. No pienses que todos los "daneses" piensan mal de ti.
Ójala pudiese contrarrestar todo ese odio. Acepta este corazón de cualquier manera.
Es reconfortante, sí, saber que hay también una parte (¿cómo de grande? me pregunto con zozobra) que desaprueba este discurso de la exclusión basada en algo tan ridículamente desfasado como la pureza de la sangre. Pero por otra parte, aunque se agradece el gesto (y mucho, creedme, yo sin esos gestitos no sobreviviría), no deja uno de preguntarse si no es aún peor que alguien nos tenga que dar permiso para estar aquí y no subraya esto la dicotomía jerarquizada (yo te concedo...) de una sociedad partida en dos con la espada de la fobia xénica. Pero lo cierto es que no sería justo atribuirle esto a la gente que, como Karen, hacen gala de un gran y hospitalario corazón. Le doy las gracias a todas las Karens del mundo. Sean del color que sean.
¿De verdad es todo este sinsentido necesario? Todo este bucle es absolutamente sobrante.
Me resulta tan difícil entender cómo, cuándo y por qué nos dejamos atrás ya no la carta de los Derechos Humanos, sino el sentido común y en qué momento empezaron a usarlo en sus baños apestosos. Al mismo tiempo, me resulta difícil creer en la inocencia de estas incursiones en el barrio del otro lado, me parece improbable que no sepan a qué camino nos lleva esto.
¡Ay! cuánta falta hace que se introduzca la antropología como materia obligatoria en los colegios. Y rápido, no vaya a ser que se nos pase la Odisea Tres y estemos ya en el el futuro del futuro del futuro y nos haya pillado con la casa por barrer.
*Sobre problematización y legitimación del discurso xenófobo, recomiendo la lectura del artículo The Language of Inclusion and Exclusion in Immigration and Integration, el primero del libro que lleva el mismo título editado por Marlou Schrover y Willem Schinkel. Se puede leer una versión (truncada) en google académico. En Dinamarca, está disponible en bibliotek.dk y me imagino que en España se podrá encontrar también en la biblioteca.