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Amistad II

Estamos que lo tiramos con los spoilers. No apto para niños que no conocen los secretos relacionados con tres personalidades reales.

Continuo con mis apasionantes lecturas sobre la amistad.

Introduje brevemente las dificultades de la definición de la amistad, y me lancé en plancha hacia el terreno emotivo. Esto, no obstante, no es universal, pero en este post no me voy a meter en harinas definitorias. Voy a hablar de la importancia del ciclo vital.

Leo que la manera de entender, construir (o ejecutar) la amistad, tal como sospechaba y adelanté en el anterior post, se produce dentro de una alta variabilidad cultural.

Entre los parámetros que influyen en esta, se encuentran el parentesco (la manera de entender la familia), el género y los ciclos vitales.

Aquí quiero hablar de esto último y de lo que interpreto con mayor o menor acierto como un contraste entre Dinamarca y España.

Tengo que advertir que este post no es ninguna etnografía, si fuera una, sería de esas que se escriben improvisadamente en servilletas de bar, de esas de andar por casa, porque no he contrastado mis impresiones y pueden ser perfectas sobreinterpretaciones.

Cuando hablo de ciclo vital me refiero a lo que se espera que uno haga en cada punto de su vida: en la infancia, adolescencia, madurez y vejez. Los ciclos vitales en Dinamarca están completamente desacompasados con los ciclos en España. Y esto, creo, tiene una gran importancia y resulta en un choque (o más bien un des-cruce) en las amistades hispano-danesas. Y quizá de otras culturas.

Es dificilísimo hacer amigos daneses si eres extranjero. Esta es una idea bastante extendida en la comunidad foránea en este país.

La versión de los propios nativos es que los amigos daneses son como el ketchup: tardan mucho en llegar, pero cuando llegan, lo hacen de golpe y de verdad.

Esta versión no me ha convencido nunca demasiado. Para empezar porque siendo lo sociable (y entregada) que soy, 16 años después, he logrado cosechar un puñado de amigas que literalmente puedo contar con los dedos de una mano. Para seguir porque el supuesto parte de una premisa etnocéntrica y falsa: que las amistades de otros países no son de fiar, no son sólidas o duraderas.

Las interpretaciones etnocéntricas tampoco se quedan fuera con quienes buscamos la amistad danesa desde el otro lado, claro, porque esperamos un ritmo y unos atributos que no tienen por qué cumplirse, sin dejar de ser amistad. De una cosa estoy bastante segura: lo que llamamos conocidos, amigos, amigos de verdad es muy diferente en uno y otro país. Y por si esto fuera poco, hemos llegado tarde, hemos perdido el slot. Creo que la clave está en el desacompasamiento de los ciclos vitales y en la forma de entender las amistades que corresponden a cada hito vital e incluso, manera de entender en qué ciclo vital se hacen ciertas amistades (las emotivas).

Nuestros ciclos vitales son bastante diferentes: por ejemplo, si pensamos en que, mientras los niños daneses conocen los entresijos de la mentirijilla navideña a la tierna edad de 7 u 8 años, los españoles suelen aguantar con cierta facilidad hasta los 10-11.

A los 18 años, los daneses han abandonado el nido paternomaterno y viven ya las delicias de pagar las facturas de la luz y otras severidades de la practicidad de la vida adulta. Claro que las tristísimas circunstancias socioeconómicas en nuestro país han extremado la situación del salto, pero hasta en los momentos de mayor boyancia económica, lo normal era permanecer en casa de tus padres hasta los 30 o más allá.

Mi experiencia me dice que, en Dinamarca, salvo honrosísimas y fantásticas excepciones, tras el momento del emparejamiento, no se aceptan nuevos miembros (de tu edad) en el carnet de bailes de la amistad- o, en caso de hacerlo, no suelen ser tanto amistades emotivas, sino más bien del tipo práctico, red-laboral, a los que se frecuenta bajo la sospechosa sombra de la obligación (aunque, indudablemente, quepa el disfrute y pueda florecer en ellas la emotividad). Además, los amigos adquiridos tras el emparejamiento no suelen ser unilaterales, aunque los haya proporcionado uno de los miembros, suelen ser amigos de la pareja. La vida social de la pareja suele ser gestionada por las mujeres. Amigos de un miembro de la pareja, conocidos después del emparejamiento, no es algo que haya visto en Dinamarca.

Claro que si uno vuelve al estadio de des-emparejamiento, el carnet de bailes se abre cual cueva de Ali Babá ante las palabras mágicas. Ya puedes hacer amigos otra vez- solteros, claro. Estudiantes/solteros lo tienen más fácil que emparejados/viejunos. (Otra cuestión es la de entender que la amistad está reservada a personas en el mismo ciclo vital, o de la misma edad- lo cual, evidentemente es falso, pero esto no es un secreto. Espero.)

Por supuesto, no estoy hablando de una ley que tiene la validez de la ley de la gravedad, se dan excepciones. Quizá me equivoque, pero tengo la impresión de que en las culturas mediterráneas, no se cierra nunca el carnet de hacer nuevas amistades emotivas y unilaterales.

Para próximas entregas dejo el tema del género, de la amistad intergéneros y de las atribuciones de la amistad dependiendo del género.

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