Mucho se habla del sesgo de género tanto en la proyección mediática del deporte masculino frente al femenino, como del contenido de los comentarios, cómo se usan unos u otros epítetos, etc. Nada se dice del sesgo etnocéntrico de los comentarios.
En concreto, de cómo los locutores interpretan y juzgan el comportamiento de las y los deportistas según los criterios de su propia cultura:
RAE dixit: Etnocentrismo: 1. m. Antrop. y Sociol. Tendencia emocional que hace de la cultura propia el criterio exclusivo para interpretar los comportamientos de otros grupos, razas o sociedades.
Pienso, por ejemplo, en los amargos comentarios que les dedicaron las periodistas a algunas de las gimnastas rusas, acusándolas de ser negativas, de no repartir sonrisas, de quejarse de sus entrenamientos y, en general, de no ser felices.
Al contrario que las gimnastas que sonríen, que es un gusto ver cómo disfrutan haciendo el ejercicio de suelo. Una de las comentaristas había sido jurado y decía algo como: "con lo que gusta y puntúa que te miren, que te sonrían."
Quien conozca a algún eslavo o de influencia eslava sabrá que es costumbre aceptada- diría más: es lo que se espera de uno- resaltar la amargura de la vida.
Esos entrenamientos tienen que ser un horror- ¿quién se atrevería a afirmar lo contrario? - y aunque no me puedo sumergir en las mentes de las gimnastas (ni siquiera puedo preguntarles) intuyo que ellas ven las cosas de otra manera muy diferente: no van a las olimpiadas a pasárselo bien ni a disfrutar de esos durísimos ejercicios que, a buen seguro, te dejan el cuerpo hecho puré, ellas van a trabajar duro y serio. Van a no cometer ningún fallo y muestran con su (presunta) amargura lo muy en serio que se toman su trabajo.
De la misma forma, las gimnastas americanas muestran lo muy en serio que se toman su trabajo haciendo gala de sus mejores sonrisas y propinando guiños a granel al público y al jurado. Ojo que no estoy diciendo que esto sea peor ni mejor, sino todo lo contrario: que no hay mejor o peor.
A nosotros, desde la máxima del discurso colectivo que tiene en el altar la simpatía y la sonrisa (contra las que no tengo en absoluto nada en contra: a mí, personalmente, también me gustan), nos resulta difícil entender una actitud severa, melancólica y derrotista, que, en cambio, están más presentes en el discurso colectivo eslavo.
Aunque es cierto que algunas personas son más propensas que otras al mal del etno, interpretar (y juzgar) los comportamientos de los demás desde premisas etnocéntricas es una práctica, en general, de difícil erradicación, porque requiere ser consciente de que las cosas pueden NO ser como uno siempre aprendió que tienen que ser- pero al mismo tiempo, hay que hilar aún más fino, sin negar las particularidades de cada cultura- porque negar que exista la particularidad cultural no es más que otra forma de etnocentrismo.
Mi sueño sería que la antropología se incluyera en el currículum escolar y así se iniciara la concienciación intercultural, el primer antídoto contra la etnocentritis. Mi aspiración es lontana, lo sé, pero por algún lado hay que empezar: mejor será que escriba un post al respecto....
Mucho se habla....