Esta mañana al levantarme he tenido que recoger mi corazón de los pies de la cama. Estaba todo arrugadito, no decía nada. Así que escribo de urgencia, pensamiento a ciegas y a borbotón, perdonadme si me lío o me salen faltas de ortografía o si se me sale el corazón por las letras.
Mi tristeza tiene dos caras:
Como soy una blanda, la más grande viene por las lágrimas derramadas esta mañana por los directamente afectados, tanto alienígenas residentes en el Reino Unido, como los británicos residentes en el ahora devastado territorio de la Des-Unión Europea. Comprendo el sentimiento de quienes se sienten hoy nongratos en su neotierra. Y del otro lado, me imagino el miedo y la incertidumbre de los británicos migrados.
La segunda cara de mi tristeza es mucho más abstracta, pero muy real. Puedo sentir sus arrugas como si estuviera leyendo un libro Braille: es una tristeza por la humanidad, porque parece que esta salida es el éxito de la manía ponzoñosa de agitar las banderas del nosotros-contra-vosotros. Al menos de lo que leo. Así, entre líneas, el miedo a que esos, que son los otros, nos lo roben todo. Cameron ha jugado con fuego - creyendo, quizá, que podía usar el comodín del peligroso migrante como gancho político sin consecuencias y a estas horas está investigando cuáles son las posibilidades de que se construya una máquina del tiempo en las próximas dos semanas: sorry, mate, el uso político de las fronteras étnicas se te ha ido de las manos.
Cierto es que una pregunta como la del referéndum no es plana, no se puede resumir en un sí o un no. Hay un variado abanico de posibilidades. Quien ha votado que no, ¿ha votado contra los inmigrantes, contra un proyecto común, contra el propio Cameron? ¿Ha votado contra un monstruo sin cara, lejos del ciudadano y con una apariencia de democracia nula? ¿Todo junto? ¿Nada de eso?
A mí siempre me ha parecido que los antropólogos no nos hacemos oír lo suficiente, que al proyecto europeo le falta democracia (Cameron, eso que te pierdes, tío, ya no podrás ir a conspirar con las presidentas en un barco en medio de un lago) ... pero ante todo le faltaba un trabajo mucho más profundo de construcción de una identidad común dentro de un fundamental respeto a las particularidades de cada país o región (porque esas no se borran a golpe de mandazo). Esto es una demostración flagrante de la poca importancia que se le da a los sentimientos étnicos y la enorme importancia que tienen. Porque podemos seguir tapándonos los oídos, podemos seguir pensando y proclamando que las fronteras no existen, pero para rebajar los puentes, lo primero que hay que hacer es reconocer y valorar su existencia. Y entonces se puede uno poner a trabajar.
Además del drama ya sembrado, el panorama de las consecuencias futuras no es muy alentador, creo yo, porque uno podría pensar que esto ha sido como cuando el hermano mayor se sacrifica para que los hermanos menores estén mejor, pero sinceramente, lo dudo mucho.
Podría ser que, por una vez, fueran escuchadas las voces que escriben, incluso dentro de propios proyectos de la UE sobre lo que le falta a sus cimientos- en cuanto a democracia, percepción democrática, en cuanto que uso de las fronteras y las identidades étnicas con fines políticos, en cuanto al trabajo de afianzamiento de un sentimiento de unidad étnica. Hoy, más que nunca, esto es plenamente relevante.
Pero podría ser que, en la línea habitual, la respuesta fuera un habla chucho que no te escucho o mantener estas voces con sus investigadores en la invisibilidad en la que están sepultados ahora mismo, para luego lamentarse, por enésima vez- oh, qué europeo es esto de dejar que las cosas pasen mientras se mira para otro lado y cuando ya han pasado deshacerse en lamentos. (¡ZAS! ¡¡¡Despierta, EU!!!! )
Y también, claro está, ronda el horizonte como los buitres en las pelis del Oeste, de que quitado el ladrillo del cimiento, la casa se derrumbe.
Mientras escribo estas líneas, leo que Le Pen ya reclama referéndum para Francia- y los que seguirán. Veo que he elegido bien la foto de entrada. Y espero, con todas mis fuerzas, equivocarme. Y que inventen la máquina del tiempo, rápido, pero que no se la dejen a Cameron, por favor. Que se la dejen a otro que sepa ver un poco más allá.
Y yo, modestamente, me uno al dolor de los afectados de los dos bandos y les envío mi más sentido apoyo moral.