La reciprocidad es una cualidad tan universal como particulares son sus manifestaciones; tal como escribiera Mauss hace ya muuucho tiempo en su Ensayo sobre el don, los humanos, salvo en deshonrosas excepciones, nos sentimos obligados dar y recibir: a devolver cuando alguien nos da algo, pero lo hacemos de formas muy diferentes. Así, la forma de entender las normas del corresponder es posible fuente de feroz malentendido, puesto que las leyes no escritas de cómo regalar y devolver regalos (en cualquiera de sus formas: objetos, acciones, gestos...) no sólo son diversas, sino a menudo inconscientes, porque forman parte de la doxa, de lo que aprendemos sin cuestionar.
Por ello, cuando nos topamos con una expresión de la reciprocidad (de dar o recibir) diferente a la acostumbrada, es posible que no la reconozcamos como tal y deduzcamos (en el efecto bidón de Whorf) que en tal cultura no hay reciprocidad. Un pasito más allá: la clásica confusión entre costumbres colectivas y personalidades nos llevará a calificar de egoístas a los practicantes de esa otra forma de reciprocidad.
Puede suceder también lo contrario- que interpretemos que alguien que sigue las reglas de cortesía nos parezca un altruista incorregible. O incluso que sospechemos de sus intenciones.
Por ejemplo, en Dinamarca es infrecuente que alguien ceda su asiento en el tren o autobús a ... nadie. Cierto y obvio: eso ocurre también en otros lugares; por ejemplo, sucede en España, pero con menor frecuencia.
De la misma manera, el ofrecimiento de ayuda a un desconocido es a menudo recibido con suspicacia e incluso temor.
En Dinamarca la reciprocidad no funciona de tú a tú en la misma medida que en España, pero eso no quiere decir que no se ayude al prójimo: se hace de otra forma: del tú al nosotros: no te cedo mi sitio en el autobús, pago impuestos (o mi billete) para que la autoridad competente disponga suficientes asientos y no tengamos que estar cediendo favores personales, aunque sea en forma de plazas sentadas.
Precisamente por este mismo motivo, no espero que me ayudes llevando mis ultramarinos con tus manos, sino pagando los impuestos que me permitirán solicitar ayuda social cuando mis propias manos no puedan con un frasco de arenques marinados. Como no es costumbre que alguien me lleve de motu propio los arenques, sospecharé de quien se ofrezca a hacerlo. ¿Acaso me querrá robar los arenques?
(Se me viene a la cabeza la naranja de Octavio Paz)
Los significados y las formas del dar y el recibir son, a mi parecer, expresiones fundamentales de nuestra forma de entender las relaciones, de entender a los humanos como seres sociales. Dar y recibir, qué gran tema.