1. Estás muy raro desde que te has ido
Todas las personas cambian, tú mismo has cambiado también, incluso desde esta mañana. Los migrantes cambiamos como todas las personas del mundo. Aunque es cierto que al estar expuesto a costumbres y valores diferentes, el cambio puede ser más notorio, más rápido y más intenso.
Pero que sepas que es bastante probable que ella/él mimso no se dé cuenta de sus cambios. Y lo que es más: que piense exactamente lo mismo de ti.
Mi amiga María me refirió la genial frase del poema de Neruda:
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
(Y vosotros tampoco, añadiría yo.)
2. Pídete vacaciones, para una vez que te visito...
Dependiendo de lo exótico de la localidad, el tiempo que lleve el migrado fuera y otros cuantos factores, el migrante recibe bastantes visitas anuales... y aun en el supuesto de que tuviera suficientes vacaciones para guiar a sus invitados como le gustaría , los días de vacaciones del migrante (en especial) son de oro.... porque los viajes a casa no son un lujo, sino una necesidad.. y así, gasta sus días libres en viajes a casa, tan agotadores como imprescindibles: necesita ver a cienmil personas en tres días, comprar dosmil cosas (medicinas, jamones, libros...) ir al médico, al dentista, al peluquero...
Pasado el tiempo algunos empiezan a juguetear con el planeta de nuevo y se permiten hacer escapadas a otros rincones fascinantes de la Tierra.
3. Para una vez que vienes...
...vamos a vernos un montón en este tiempo en que estás aquí. Me enfado, me pongo triste, no entiendo por qué no nos vemos más: ¿qué pasa, no soy importante para ti?
Pues claro que eres importante para ella/él, casi diría: ¡lo más importante! ... pero...
la agenda del migrante (en especial el novato) es lo más parecido a un agujero negro: la concentración de actividad es inimaginable.
Si los días tuviesen 48 horas seguro que te haría un hueco o mil más en ese agujero negro, pero con 24 horas que nos da el sol, no hay mucho más que rascar.
Cada migrante desarrolla sus estrategias: machacarse a visitas de mañana, tarde y noche, o reunir a todos los amigos a mismo tiempo, o hacer misiones secretas, o apretar agenda con dos meses de antelación....
Si quieres saber cómo es la experiencia agendil del migrado, intenta ver a todos tus amigos en una semana. Ya verás lo complicado que es encajar horarios y cómo en una semana no puedes ni ver a cuarto y mitad de tus amigos, sin que eso quiera decir que son menos amigos o te importan menos...
4. ¿Y qué tal la experiencia?
¿Puedes ser un poco más específico? ¿La experiencia... en qué sentido? O también: la experiencia, como si tu amigo se hubiese ido de misión al Rosetta... como si fuese un migrante intergaláctico...
Esta pregunta también puede ir acompañada de otras del tipo: ¿cómo es la vida allí? como si hubiese un día igual en la vida de cualquiera, o hubiese alguien en todo el planeta que pueda eludir la rutina. En Dublín, en París, en Milán y en Copenhague, como en Madrid, Bilbao o Huelva, cada día tiene sus peculiaridades, pero también sus rutinas. La vida en el espacio exterior es igual de fascinante, aburrida, diferente y similar a la de tu casa. Con sus cosas especiales, que nos encanta contar y con las que nos encanta aburriros, eso sí.
5. Es que ellos son...
Ellos, nosotros... aunque sea cierto que la vida es mucho más fácil tirando de generalizaciones- también llamadas estereotipaciones y en muchos casos: estigmas- hay que tener cuidado al agrupar a las personas al tuntun.
Ellos son muchos, lo mismo que nosotros. somos muchos, y entre esos muchos, caben muchas variaciones.
No hay que confundir personalidades con nacionalidades (véase el post sobre estereotipos aquí). Personalidades y formas de hacer las cosas, o costumbres.
Una vez, en la cola de un avión escuché a una señora explicarle a una desconocida cómo el Norte era una maravilla con tanto avance y blablabla.... y cómo los españoles no le gustaban nada: sólo quieren sol, su comida, y no hacen más que criticar. (Yo me partía de la risa: qué irrisoria paradoja, señora criticona!)
Entre 85 millones de alemanes caben muchas formas de ser. Y lo mismo para nosotros: es que los españoles somos... somos de muchas maneras. Por muchas costumbres que compartamos.
6. Allá todo.... (muy caro, muy barato, muy difícil, muy avanzado, todo son autopistas...)
De la misma forma que no se debe generalizar alegremente sobre las personas, los estereotipos sobre los países suelen ser falsos, además de bastatante molestos.
La idea que nos hacemos de cómo será la vida en tal o cual país suele estar basada en rumores puntuales que recuerdan al simplismo de Paco Martínez Soria, con todos mis respetos. Como eso de que en el Norte todo es un avance... pues sí, hay cosas que van por delante, hay cosas que están por detrás, y cosas que no se pueden comparar porque van por pistas no paralelas.
Los lugares, como las personas, no se resumen en dos palabras.
7. Yo no soy racista, pero...
Cada vez que pronuncias estas palabras es como si lanzaras un rayo y nos mataras un poquito a cada uno de nosotros. Esas palabras contribuyen al fomento del estigma.
Si supieras la de estigmas con los que tenemos que luchar los migrantes españoles no lo creerías -en realidad, gracias a esta bonita costumbre de generalizar, todo el mundo de una forma o de otra sufre estigma. Piensa por un momento la fama que tienen los africanos (y la genial carta de respuesta que puedes leer aquí)
Los estigmas además son diferentes dependiendo de quién los enuncia: lo que se dice en general en Portugal de los españoles, tiene poco que ver con lo que se suele decir en Dinamarca de nosotros.
Del Norte hacia abajo, se suele tener la idea de que somos unos vagos, poco serios o que estamos todo el día de fiesta. Esto, reconfirmado en discursos públicos elaborados por extranjeros, hace bastante daño, porque cuando vas a una entrevista de trabajo tienes que usar el triple de esfuerzo en demostrar que no es así: eso si has tenido la suerte de que quien ha hecho la selección se ha saltado sus prejicios y ha decidido llamarte.
Imagina lo que sentimos cuando nos acusan de esto. Y ahora imagina como debe sentirse alguna de las personas de esas que completan los puntos suspensivos de la frase que encabeza este punto.
8. No le des un regalo de dimensiones gigantescas... o ni siquiera medianas
Seguro que le encanta.. y sabe que lo haces porque le quieres, y por eso te lo agradece en el fondo del corazón... pero en cuanto se lo das, y en especial en Navidad, aprietas el botón que activa la función "tetris" en la cabeza del migrante: ¿y ahora cómo meto esto en mi maleta (que llevo ya petada de otros regalos, más las medicinas, el jamón, los libros) ?
9. Es conferencia (y todo lo contrario)
En la memoria colectiva se ha quedado aquella frase de es que es conferencia. O algo así, porque el caso es que tus amigos españoles te llaman para tu cumpleaños... si eso.
Y en realidad tú eres el uno de los vínculos más importantes, así que estírate, llámale alguna vez. ... aunque tampoco hace falta volverse loco y llamar a todas horas o esperar que el migrante te llame a ti a todas horas. Todo con moderación.
10. Tú no sabes, como estás lejos...
Cierto, al estar lejos, hay algunas cosas del día a día que se nos pierden, personajes que dan complicidad en los chistes- quien no viviera en España en aquellos años, pensaría que su interlocutor había perdido juicio si dijera fistro, por ejemplo.
Pero la tecnología avanza que es un gusto (aprovecho para reiterar la petición de la investigación en el campo del teletransporte)... y podemos ver la televisión, leer los mismos periódicos y hasta oir (o leer) los comentarios de la gente.
No podemos opinar (y por las mismas, votar) porque no estamos informados: esto es mentira y además suena a "pues no haberte ido", que es otra de las frases que jamás debería decirse a nadie.
También, cuando ejercemos la crítica en nuestro nuevo país, a menudo escuchamos: "tú no sabes de qué estás hablando, y no te atrevas a criticarnos" lo que equivale a decir: "pues no haber venido". Y la vida entre el "pues no haberte ido" y "no haber venido" es dura.
11. No haberte ido y no haber venido.
Engancho la frase anterior para hablar de uno de los mayores retos a los que se enfrenta el migrante: pasado poco tiempo, los sentimientos de pertenencia, tan importantes, empiezan a bailar.
El sentimiento de pertenencia (también descrito como ¿tú de quién eres?) es importantísimo para los humanos, porque nos definimos de forma grupal: yo soy de Madrid, soy del Estudiantes, soy de los que comen carne, soy de los que estudiaron antropología, soy de los que comparten, soy de tal partido político... esas definiciones grupales van además cargadas de significados individuales: ser de Madrid significa esto y lo otro, ser de tal partido político o no ser de ninguno significa aquello y lo de más allá.
No saber bien a quién perteneces es muy duro: porque allí no eres de los suyos, pero aquí tampoco lo eres.
12. ¿Cuándo vuelves?
Sólo hay una contestación posible a esto: ay bendito.
Algunos no lo saben, otros saben que no volverán, aunque tengan una maleta constantemente en su cabeza, aunque sufran el mayor grado el Síndrome de Ulises- el desarraigo, el querer volver a la tierra que te vio nacer, pero que ya no es la misma y que ya, de alguna forma, no puedes llamarla tu casa. O no del todo.
Y que te echen de menos es perfectamente compatible con no querer volver, porque las cosas no son así de fáciles.
Estar lejos es duro. Ayúdale. Y no solo por Navidad. Ah! y nada de lagrimitas fáciles a base de migrantes que no pueden volver a casa, volver, por Navidad.