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Cosas de la migrancia

Ser migrante no es lo que era. Por ejemplo, en Estados Unidos en los años 30 - aunque podría ser casi en cualquier lugar del planeta. Por aquel entonces se creía que el inmigrante tenía que renunciar a su propia persona y poco menos que convertirse en un sucedáneo de los nativos (bueno, nativos...) del lugar.

El auge de los derechos humanos y de la manera de entender a las personas como algo más que un simple tornillo en la maquinaria laboral, recipiente pasivo de ideas, formas de vivir, etc, hizo que esta perspectiva quedara trasnochada y sólo la utilicen ignorantes o partidos políticos que sacan provecho del, por otra parte estudiado fenómeno del efecto reactivo que provocan las migraciones masivas en los lugares de destino.

El discurso de: Es que no se portan como deben (=como nosotros) es digestible, fácil de tragar y un gancho perfecto para atraer electores.

Los migrantes no somos meros invitados, somos personas, con volición, con ideas, con cosas que aportar. La historia del mundo es la historia del intercambio de costumbres, de ideas, de personas, de rasgos, de alimentos, de telas, de ficciones, de músicas. Pero las dimensiones de los flujos migratorios de nuestros días- y sus consecuencias- lo convierten en un fenómeno especialmente interesante.

PRIMER ROLLO:

Los migrantes no son meras hormigas obreras al servicio de las fuerzas laborales del mundo, tienen (tenemos) corazoncito y volición. Y no menos: derechos. Podemos ser ateos, católicos, musulmanes o judíos. Podemos celebrar el 6 de enero, el 14 de abril o el 12 de octubre. Porque es parte de nuestra identidad, a la que no hay que renunciar automáticamente al traspasar la frontera. Puede, de verdad, puede no gustarnos el pan negro. Esto no quiere decir, obviamente, que vayamos rompiendo papeleras por la calle porque es costumbre en nuestro país. Sé que aquí el punto de obviedad es un poco difuso y difícil de dibujar. Pero lo hay.

SEGUNDO ROLLO:

Pero no todo es individuo. No todo es querer. El migrante se desenvuelve en un entorno que raramente está bajo su control. En origen y destino.

Creer que uno se va de su origen porque quiere y que todo le va a salir como quiere en destino equivale a creer que superman existe de verdad y levanta camiones con un dedo.

Alguien ha dicho en estos días que la fuga de cerebros es un mito inventado por la prensa. Me gustaría pensar que lo ha dicho desde un profundo desconocimiento (tal, que dada su posición, sería preocupante) pero sospecho mal. Sospecho que se trata de otro maquillaje lingüístico de esos que arreglan la realidad a base de trompazo al diccionario. Veamos qué patadas al diccionario de la migración da esta afirmación tan fresca como indignante.

Una de las primeras teorías sobre el misterioso y fascinante mundo de los flujos migratorios es la conocida como push-pull. Que a primera vista suena bien. ¿Por qué se van las personas? Porque hay factores en origen que les expulsan fuera (crisis económica, catástrofes naturales, cuestiones políticas o religiosas) y factores en destino que les atraen (condiciones laborales, acogida tras la catástrofe o asilo político-religioso)

Hasta aquí todo suena razonable y hasta resulta familiar. Aunque en realidad no es mucho decir, si uno se pone a pensar: es casi como decir que uno se va porque se tiene que ir y a donde puede ir. Hm. Algo un poco hueco.

Esta teoría no consigue dar respuesta a una montaña de preguntas. Como por ejemplo, por qué el flujo migratorio toma un destino en lugar de otro de similares condiciones. Por ejemplo ¿Por qué hay tantos turcos en Alemania y no en Francia?

El individuo no controla sus posiblidades ni en origen ni en destino, hay un montón de factores estructurales que hacen que el indivudo, por muy listo que sea y mucha fuerza de voluntad que tenga, no consiga sus objetivos. Hay actitudes y cualidades que pueden ayudar, pero están lejos de ser suficientes de por sí. Se tiene que dar un marco estructural adecuado.

Sobre el poder del individuo y las constricciones del entorno económico-social hay mucho escrito. Pero la versión pop (el sueño... el que quiere puede, el que no lo consigue es un vago, o tonto) triunfa porque es más conveniente hacer creer a la gente que si quieren pueden y más duro enfrentarles a la realidad de que quien puede antes, puede mucho mejor después. Que por muy listo que seas, si tienes pasta podrás ir a las universidades que dan acceso a puestos de poder, y si no tienes pasta, tendrás que tener la suerte de que te toque una de las escasísimas becas.

Es claro que cada modelo explicativo aporta lo suyo, pero a mí me gusta más el modelo de causación acumulativa, que tiene en cuenta otros factores: hay unas razones desencadenantes de un determinado flujo migratorio, a las que luego se le suman por el camino otras condiciones inexistentes en el inicio. Por ejemplo, la creación de unas redes sociales (en palabro se llaman dinámicas reticulares) que hacen que el primo de fulanito se ha ido a tal pueblo, voy a llamarle a ver si me echa un cable y me puedo escapar yo también. Esto explica, de alguna forma, por qué hay tantos cubanos en Miami (inicial crisis de embajadas, que envía a los que se refugiaron en las embajadas a todos lugares del mundo, rompiendo falimias enteras. Y empezaron a reubicarse en Miami, problemente por una cuestión de proximidad geográfica. Y unos traen a otros. Unido a un programa dirigido de reunificación- por parte de organizaciones de exiliados cubanos, pero también de Estados Unidos.

El fenómeno de internet ha aportado una dimensión muy interesante a estas dinámicas reticulares, consolidadas también en grupos de facebook, que actúan como familias ficticias. (Que es otro de los fenómenos interesantes del flujo migratorio: los vínculos pseudofamiliares que se crean entre compatriotas; uno se fía más de su compatriota que de su vecino, por el mero hecho de ser español o chino o turco.)

Pero hay una cuestión más: los flujos migratorios pueden y son, en muchas ocasiones, dirigidos. Se llaman así.

EL flujo migratorio de españoles en los últimos años es claramente dirigido. Dirigido en origen (en gran parte por parte de aquel que dice que la fuga de cerebros es una quimera) con programas del gobierno español que, en la etapa anterior y viendo la que se avecinaba, por ejemplo, diseñaron un programa de televisión que todavía existe, que muestra cómo españoles triunfan en el mundo entero con profesiones interesantísimas (presentadores de televisión, pintores, o cumpliendo el sueño de tener un restaurante, mientras sonrientes, abren las puertas de sus flamantes casas. Me consta, porque les conozco, que las personas retratadas viven una realidad mucho más compleja que ese cliché a golpe de montaje de cinta cuyo claro objetivo es hacer calar el mensaje de: vete, que allí todo es mejor, todos triunfan y les va la mar de bien.

Al mismo tiempo, mandan a sus mejores recursos al exterior en programas de cooperación con otros países, como por ejemplo, Alemania, que no tardó en lanzar llamamientos a trabajadores valiosos para llenar sus no-llenos estantes de ingenieros o enfermeros.

Los trabajadores no cualificados, por una simple cuestión numérica son interesantes solo a medias. Por un lado, se sobreentiende (en esta presunción del migrado como invitado sin derechos) que uno está dispuesto a aceptar peores trabajos que los que aceptaría en su lugar de origen (véase aquí al de los dos máster limpiando baños en Londres; este video, por cierto, es un buen ejemplo de que querer no es poder y que las condiciones estructurales pesan más que las individuales) o peores condiciones que las que aceptaría un nativo (véase aquí el caso de los enfermeros españoles en Alemania)

Por otro lado, los hay que hablan de cómo los inmigrantes cubren esos puestos de trabajo que los nativos no aceptan.

Pero al mismo tiempo, a pesar de constituir una valiosa fuente de recursos humanos (tanto si son formados como si no) existe el peligro de que provoquen una reacción negativa en la población nativa. En especial cuando la masa migratoria de un determinado lugar es numerosa. Esto explica el auge de los partidos de corte ultranacionalista en Occidente.

Y por supuesto, no podemos olvidar el éxodo del personal I+D que se ha visto obligado a traspasar fronteras ante un empobrecimiento de las oportunidades laborales tanto en número (irrisorio) como en condiciones de contratación (intolerables).

Por su parte, los países de destino, que saben lo que cuesta formar a un investigador, diseñan programas para atraer personal especializado, por ejemplo, reduciendo la carga fiscal para estos.

De forma que la prensa debe ser omnipotente, si son ellos los que han inventado esos programas de exportación-importación de cerebros. Y me resulta difícil de creer que quien lo dijo no supiera estas cosas, de la misma forma que aquella que dijo que se iban tantos jóvenes por espíritu aventurero, en un acceso de extremo recochineo o recochineito.

La fuga de cerebros no es un mito. Es una crudísima realidad. Cruda no solo por quienes se han ido. Si no también porque dice mucho de lo que ocurre en los despachos que dirigen los hilos. Están llenos de manuales de cómo transformar las percepciones de la realidad a golpe de diccionario, en lugar de ocuparse de transformar la realidad a golpe de laboratorio de I+D. Y es que las perceciones son las que llenan las urnas. Los laboratorios, de momento no.

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